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Desde el fin del mundo

Oriunda de Buenos Aires (Argentina), desde chica siempre estuve conectada con mi cuerpo a través del deporte y de la comida.

No tardaron mucho en etiquetarme como “la chica que comía mucho” y no te miento, adoraba estar en ese lugar.

Me sentía muy segura de mí misma y de mi cuerpo, por lo que no le prestaba mucha atención ni tampoco consideré hasta grande que detrás de ese título había mucho más que un simple comentario “inofensivo”.

Cuando estaba en el primer año de universidad (de mi licenciatura en kinesiología y fisiatría) probé, casi por juego, lo que era hacer una dieta.

Desde ese momento, comer poco comenzó a ser una obsesión: como si fuera un desafío vi que podía restringirme así, y no pude parar de hacerlo.

De a poco fui sumando otros hábitos que parecían ser saludables, porque socialmente estaban aceptados como tal, pero que de trasfondo mostraban algo que no estaba bien. 

Y fue bajo ese pretexto que comencé a entrenar mucho. Llegué a ir al gimnasio a las 5 AM para poder llegar a hacer todo lo que necesitaba en el día sin sacrificar mi tiempo ejercitándome.

A lo que antes llamaba comer con ganas, ahora lo había rotulado bajo el término “atracón” y empecé a tenerles miedo, mucho miedo. 

Así transcurrieron tantos años de mi vida: entre restricciones, atracones, nuevas dietas, ejercicio compulsivo, un año más prometiendo no tener más atracones, un año más poniéndome metas físicas, insatisfacción, nervios, y todo lo que seguramente estás agregando vos mentalmente al leer estas palabras. Te lo anticipé unas líneas arriba, parte de nuestra historia es muy parecida.

No sé si te páso a tí también, pero desde mi primera dieta y por 10 años, perdí no sólo mi menstruación sino también el disfrute de gran parte de las cosas importantes de la vida.

Pero eso nadie lo sabía ni lo notaba porque por hacer dieta y ejercicio yo era “saludable”.

Creyendo que era una apasionado (y no una obsesionada) entré en el mundo del fitness: estudié nutrición deportiva, volví a la universidad para ser Máster en Nutrición Humana y Dietista.

Además me formé como entrenadora personal y de sala de musculación y comencé a trabajar como coach de personas de muchos países hispanoparlantes.

¿Qué ofrecía?

Vendía un “estilo de vida saludable” que consistría básicamente en hacer dieta y seguir un plan de entrenamiento personalizado que te permitía bajar esos kilos que no aceptabas y tener el cuerpo que anhelabas si estabas dispuesta a hacer el sacrificio.

Esto me permitía además mostrarme como la persona ejemplo, muy feliz y sonriente con mi cuerpo fit que me llevó además a competir en Bikini Fitness.

Pero detrás de la pose o el reflejo en el espejo vi aquello que vivían mis clientes y yo: miedos, restricciones, limitaciones de todo tipo, rigidez, mal humor, cambio en mis valores y prioridades, limitaciones a eventos sociales, vacaciones, viajes, trabajo.. todo.

Todo este tiempo siempre supe que en el fondo que algo no andaba bien.  Con ayuda de distintos profesionales lo llamaba depresión, hiperexigencia, problemas familiares, etc., pero hasta mucho después no logré entender  lo que la malnutrición puede causar en un cuerpo, y sobre todo en un cerebro.

Pasé por psiquiatras, médicos, ginecólogos (creo que perdí la cuenta), maestros espirituales, terapias alternativas miles, dietas, suplementos, medicina china y por cuanto coach me resultaba “admirable”. Los intentos de recuperación fueron miles, siempre desde un lugar muy pesocentrista, gordofobico y basado en el miedo a ganar peso o descontrolarme.

Después de que hayan llegado a decirme que era infértil, o que no iba a poder embarazarme naturalmente, decidí que debía buscar otra salida.

mi punto de inflexión

Mi punto de quiebre, en realidad fueron muchos, intenté recuperarme de mil maneras, pero la duda de que pasaba con mi ciclo menstrual me llevo a encontrarme con el libro no period now what, y cuando vi que para recuperar la regla debía bajar/dejar mi actividad física y comer distinto, el miedo fue tan grande que pude realizar aún más que estaba en un lugar de muchísimo miedo y vulnerabilidad, que tenía mil reglas, rituales, obsesiones, restricciones y que necesitaba ayuda. 

No me quedaba otra, o tomaba la decisión de recuperarme, o debería vivir el resto de mi vida en esta pseudovida a la que me había acostumbrado. Cansada de haber pedido ayuda y no haberla encontrado, comencé sola. No lo hubiera logrado si al mismo tiempo para convencerme no buscaba mil otros recursos. Y encontré a mi amada Tabitha Farrar en YouTube. Sus vídeos fueron un continuo , cada día, luego de cada ataque, llanto, mientras comía, descansaba, etc. Pude ir reprogramando mi mente y así darme cuenta que la recuperación total existe, que todos podemos lograrlo, pero que necesitamos compromiso y entrega total. 

No es fácil, con entrega total no exagero, la recuperación pasa a ser 24/7, desafiarte, comprometerte, actuar, bajarle la voz a los fantasmas y tener Constancia Constancia y más Constancia.

Una vez recuperada, estaba totalmente convencida de lo que quería: ser la voz que me habría ayudado a salir de un TCA, ser esa persona que me hubiera encantado encontrar para que me acompañara. Así que eso soy hoy, gracias a mi historia y formación, la ayuda (que encuentro totalmente necesaria) para poder, con el compromiso de quien acompaño, recuperarse al 100 % de un TCA 

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